Recordé mis primeros pasos cuando comencé a levantarme de una caída
que parecía sin fin. Todos aquellos que hayan perdido a alguien muy cercano o
atravesado un dolor muy grande, saben a lo que me refiero; para los que no, les
cuento: es como si la tierra se hubiera
abierto de golpe y nos tragara en un abismo oscuro e interminable. Pero
termina. Un día nos damos cuenta que no nos hemos hundido, ni nos fuimos a
ninguna parte, solo parte del alma se fue
–y hay que recuperarla-; y lo que es seguro, el cuerpo quedó acá en la tierra… ¡y
necesitamos recomponerlo!
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